La nave espacial, mejor dicho, ese complejo retículo molecular que se desplazaba en otro continuum, salió del hisperespacio el 5 de julio de 2056. A unos 3 minutos luz de la órbita de Júpiter. Los Xontl reconfiguraron su estructura habitual, dispuestos a iniciar el reconocimiento del tercero y más promisorio planeta de ese excéntrico sistema solar.
Los Xontl eran, galácticamente hablando, una especie muy especial en el cosmos. Su potencia intelectual no tenía rival, de no ser así no estarían, en esta fría mañana de julio, a cientos de miles de años luz de su planeta natal. Ellos eran una raza que, por así decirlo, mamaban matemáticas. Los Xontl neonatos balbuceaban ecuaciones en baberos topológicos. Sus bancos de memoria iban más allá de la memoria. Tenían además, una capacidad de atención tremenda. Trituraban lo fáctico con su atención.
Pero no está mal decir que todo tiene su precio y los Xontl habían perdido el capricho, la fantasía, el juego. El azar como cosa de pasmo les era ajeno. No comprendían la parodia, la entrelínea, la impostura, el amague, la bravata; es decir, todo “como si”. Su maravilloso pensar se cristalizaba en silogismos sin variables recurrentes. Demás está decir que eran implacables.
Cinco días después la nave espacial llegó a la vecindad de la Tierra. El campo de materia que la envolvía la hacía indetectable, de no ser así su presencia hubiese sido detectada en el cuadrante del cielo adjunto a la Cruz del Sur. Desde ese mirador, la visión del planeta verdeazulado era esplendorosa, para deleite y codicia de los invasores. La morfología de los continentes enseguida les adelantó una clave a sus mentes topológicas. La Patagonia y su proyección en Tierra del Fuego eran una clara flecha que indicaba el norte magnético
[i]. Un contorno similar oficiaba de símbolo en su planeta madre; su remota flecha xóndica homóloga al cono patagónico. Contingencia de buenos augurios. Ese dato los llevó a captar primero las emisiones del Cono Sur. Las máquinas traductoras pan-semióticas pronto descifraron las transmisiones y los Xontl escucharon lo siguiente:
“Yo les pregunto, ciudadanos, yo les pregunto desde el fondo de mi corazón: ¿Qué es ser argentino? ¿Qué es ser argentino en la patria de nuestros días? Algunos de vosotros me dirán que ser argentino es querer a la patria, que es tener amor por lo nuestro, por nuestra hermosa tierra. Y así es. Pero ser argentino es mucho más que eso. Ser argentino es una tradición de excelencia. Ser argentino es constatar en nuestras venas el legado de sangre de colosos. Argentinos, descendemos de gigantes. Descendemos de hombres preclaros que se consumían en la hoguera del amor por la libertad de los pueblos. Prohombres que no sólo usaban el brillo tajante de la espada y el lúcido escalpelo de la pluma, sino que tenían, con el perdón de la palabra, los blip blip (aquí falló el traductor pan-semiótico) bien puestos.
El mensaje era bien claro, salvo una insignificante interferencia, y los Xontl comprendieron que estaban frente a un pueblo señero, orgulloso de su pasado. La elección de la seta patagónica había sido feliz.
Luego de una salva de aplausos prosiguió el orador:
“Por ello (seguían los aplausos)... por ello es que ser argentino es más que un querer a la patria y a las cosas nuestras. Ser argentino es mantener vivo y renovado el espíritu de Mayo y de Tucumán. Y hoy, al recordar esa gloriosa gesta de 1816, todo ciudadano, hombre o mujer, tiene que estar dispuesto a dar, para honor y honra de su patria, hasta la última gota de su sangre argentina”.
Con increíble celeridad los Xontl se ubicaron frente a la complejidad semántica del discurso de una especie alienígena. Llegaron a las siguientes conclusiones operacionales: 1- Se trata de un pueblo joven, bisexual y orgulloso de su pasado (Hay indicios de que ese pasado es reciente); 2- Su posición en la base de la flecha que indica el polo magnético, confirma la hipótesis de que es uno de los pueblos más influyentes de esta diversidad cultural no unificada políticamente.
Se plantearon dos interrogantes. Investigar la naturaleza de la sangre argentina (verificar el pasaje sobre la última gota de sangre) y averiguar, por extrapolación inductiva, qué son los “blip blip bien puestos”.
La estrategia de investigación fue simple: tomar una muestra de 12 argentinos, desangrarlos, disecándolos en un segundo tiempo en búsqueda de los “blip blip”, ya que el énfasis semántico hacía suponer que se trataba de un atributo anatómico. Obtener un grupo de control integrado por una docena de individuos alejados de la seta patagónica. Esta investigación piloto se realizó con el habitual rigor científico. La docena de argentinos fue cazada y seleccionada al azar sobre un área de mil plons cuadrados. Se eligieron, además, tres chilenos, tres canadienses, tres egipcios y tres chinos.
El primer argentino desangrado evidenció tener toda su sangre en un mismo tipo, con la dotación génica IA IA., que pasó a denominarse sangre “Tipo Argentino”. El segundo y el tercero también tenían la sangre del tipo argentino. El cuarto y quinto no. El antígeno protector era un tanto diferente, así como su modalidad de floculación y dispersión coloidal. Esa sangre se tituló sangre del “Tipo Canadiense” en honor, si cabe el término, del primer canadiense exangüe. En los argentinos que completaban la muestra se encontraron cuatro tipos de sangre: el argentino, el canadiense, el egipcio y el chino.
Con respecto a los blip los Xontl infirieron que se trataban de los testículos. La especulación sin duda era arriesgada, basada en los siguientes datos. 1- La inferencia anatómica de que los blip eran partes anatómicas; 2- El diformismo sexual de los argentinos (y los canadienses, etc.); 3- Los símbolos en la cultura argentina de valorización de lo sexual. El análisis macroscópico de los blip tendía levemente a confirmar la hegemonía argentina. De la muestra de 14 casos (en ambos grupos) los testículos argentinos habían sido un poco más grandes, pero la diferencia en volumen era casi imperceptible.
Grov esperó la venia del comandante para abrir la asamblea. Tuvo esto que decir:
- En síntesis el problema es el siguiente: ¿Qué se puede inferir de una raza cuya comunicación no coincide con la realidad? ¿Es previsible su motivación? ¿Es previsible su conducta para los fines de una invasión?
Flir señaló su participación:
- Si se estudian los 15 sistemas solares que hemos colonizado se comprobó que sólo los nativos de tres planetas decían inexactitudes y, en cada caso, ello se debió a falta de información. Considero que el relato no verídico refleja un estadio primitivo del hombre argentino. Infiero que dicen “hasta la última gota de sangre argentina” ya sea que ignoran que existen cuatro tipos de sangre o por insuficiencia en la muestra que los llevó a creer en una clase uniforme de sangre argentina.
Hubo manifestaciones de aprobación en la asamblea.
- ¿Y los testículos bien puestos?- dijo un Xontl.
- Eso tiene su lógica -respondió Grov-. La evidencia parece mostrar que tienen los testículos más grandes; mejor dicho, la envoltura que los aloja es más amplia. Es bien sabido que, en especies con diformismo sexual, pequeñas variaciones de tamaño, color o forma de los caracteres sexuales secundarios, adquieren propiedades apetitivas insospechadas.
- ¿Y si los blip no son los testículos?- preguntó otro Xontl.
Hubo demorada discusión sin llegarse a una conclusión. En general el consenso era que los terráqueos eran una especie primitiva, fácil de colonizar, pero, para disipar toda duda, se decidió capturar un nativo vivo e interrogarlo.
Los Xontl tenían la propiedad mimética de adquirir cualquier forma. Por eso Atnor, a la espera de que el nativo despertara, era una prodigiosa réplica humana. Todo estaba listo en la camaleónica estancia de la nave; los traductores pan-semióticos habían sido dispuestos de forma tal que el nativo escucharía al seudo-argentino hablando español. Además, para darle naturalidad al diálogo se había inducido un bloqueo amnésico en el entrevistado a fin de que éste no se cuestionara su presencia allí. Él se sentiría cómodo en la habitación.
Oscar despertó.
- Hola -dijo. ¿Qué tal?
- Hola -dijo Atnor.
- ¿Qué se cuenta? -preguntó Oscar.
Atnor revisó el código de señas disponibles y se encogió de hombros.
Una cierta curiosidad se despertó en Oscar que pregunta:
- Decime, ¿de dónde te conozco? Me parece que te he visto en alguna parte.
Atnor tenía un repertorio reducido de caras y la suya era bien parecida a la de Oscar.
- No, no creo.
- Pero sí, viejo, estoy seguro -afirmó Oscar- ¿Cómo te llamas?
- Atnor.
- ¡Antenor, viejo y peludo! Nombre criollo había sido. Con razón hablás con acento de la provincia: ¿salteño?
Atnor dudó antes de decir no. Los Xontl no mienten.
- Yo me llamo Oscar -y luego, más formalmente- Oscar Santillán, a sus órdenes.
El Xontl estimó que la situación ya estaba encaminada.
- Oscar ¿vos darías tu sangre?
- ¿Cómo? -preguntó Oscar- ¿Dar mi sangre para una donación?
- Sí.
- Un momentito. ¿No me digas que vos trabajás para una institución, como la de los Médicos sin Fronteras?
- No, sólo pregunto.
- Mirá viejo, te voy a decir lo que pienso en general. Yo así en cosas como dar sangre, donaciones, pagar impuestos, yo no me meto.
Oscar se pronunció:
- Yo, viejo, ¿yo?, argentino.
Atnor lo miró indeciso, sin comprender. Luego dijo:
- Pero si los argentinos estaban dispuestos a dar su sangre por la patria.
- Oscar lo miró con simpatía:
- ¡Ah, viejo criollo, chapado a la antigua!
Atnor no dijo nada y Oscar remachó su filosofía:
- Argentino, hermano, argentino. Hay que quedarse piola.
Atnor protestó débilmente:
- Hasta la última gota de sangre, decía el discurso...
Oscar se impacientó:
- Pero decime ¿en qué mundo vivís? -y, sin darle tiempo a responder completó- eso es para los gilunes, para los estrellados.
Oscar, para rematar su argumento, hizo un gesto redondo con las dos manos juntas:
- Eso es para los que las tienen bien grandes.
Y algo, un circuito, hizo ¡snap! en su red neuronal y el Xontl perdió el conocimiento.
En esa misma noche los Xontl partieron por el sector de la Cruz del Sur, siguiendo el derrotero que la flecha patagónica proyectaba estelarmente. No cabía duda que los enigmáticos argentinos eran un peligro.
[i] Este tema fue anticipado por Jorge Luis Borges en “Allá en el Sur”.
-------------------------
de Emilio Rodrigué, en "La respuesta de Heráclito". Ed. Topía. Bs.As. 2006. pp.25-30.